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Gozando de la falsa empatía perfumada, de los salobres
espejos de una sociedad difusa, del embrión no nato que ya se remueve por la
perfidia de lo que a las barreras transgrede. De los lobos inconmensurables que
ya ni a esconderse bajo pieles de cordero acuden, porque puede más el miedo,
aunque no por ello las mentiras pierden afición. Lo que quede al final de esta
tragicomedia aún está por escribirse, y la pluma en nuestras manos está, solo
es necesario encontrar la tinta a la que atenerse, que a nuestra elección
quedará: ¿será de aroma a podredumbre o de refulgente amanecer de verano? El
tiempo dirá, independientemente de si lo vemos o no.