Aún agitado, se acercó corriendo hasta la entrada del lugar y dubitó un momento, con el corazón latiéndole muy rápido. Finalmente comenzó a andar entre los restos, alejándose de aquellos de los que aún salía algo de humo para evitar que se le metiera en los ojos.
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Durante varias horas no supo dónde iba, dónde pisaba ni el paso que llevaba. solo pensaba en su aldea y le dolía el hecho de no haber podido estar allí cuando los bandido atacaron. solo el llanto de un niño logró devolverle a la realidad. Lo escuchó muy cerca y decidió acercarse al origen de aquel sonido. Con mucha cautela se movió entre la maleza y localizó la entrada de una cueva, a la que se acercó lentamente. A pesar
de su pequeño tamaño, la cueva estaba llena de personas agrupadas, y todas ellas tenían caras conocidas; los aldeanos de su pueblo se habían refugiado en la cueva, al parecer sanos y salvos. Buscó a su mujer entre la multitud, y la gente le regalaba alentadoras sonrisas mientras pasaba entre ella. Cuando al fin la localizó, sentada junto a otras mujeres, con su bebé en brazos. Se acercó a ella cautelosamente para evitar tropezar o pisar a alguien y ella, al verlo, se puso rápidamente de pié, aún con el niño en brazos, para recibir un fuerte abrazo. luego le dio un beso al niño en la frente, el cual le miraba con los ojos muy abiertos y aún con restos de lágrimas en su rostro, pero ya no lloraba. Sonrió de nuevo a su mujer, y luego se dio la vuelta buscando a los jefes de la aldea para proponerles reconstruirla.
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