Se alzó, imponente, extendiendo sus alas negras como el
carbón, mirando desde arriba a todo ser viviente que había justo a sus pies,
sus cuernos apuntando al cielo mientras sus dientes lo hacían a la tierra. Los miraba
a todos, soberbio, sin saber que su fin se acercaba. Sirio, la Estrella de la Noche,
despegó sus enormes garras del suelo, abrió los ojos y miró la luna. Quería destrozarla,
no podía brillar más que él. Los grandes felinos se amontonaron en el linde del
bosque, formando una muralla de pelo oscuro, rayas y dientes. No dejarían que
el gigante dragón destruyera su hogar. Rugían, gruñían, enseñaban los dientes
mientras levantaban un muro imaginario de fuerza y poder, un poder que
sobrepasaría al dragón sin lugar a dudas. No dejarían atrás su tierra. Por orden
del Primero, se lanzaron en estampida, esquivando los lentos movimientos de la
bestia, que no pudo con la agilidad y la mente felinas y cayó derrotado bajo el
peso de su necedad e ignorancia, pudiente que se creía. Sirio, la Estrella de
la Noche, cayó muerto, permitiendo el fin de la noche eterna de su legado
mientras VY, el Gigante, el rey felino, se alzaba imponente ahora, jurando que
no volvería, durante su vida, a dejar que la Madre Tierra sufriera en la
oscuridad como había hecho. La luz volvería a resurgir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario